jueves, julio 14, 2005

la pandilla
¡¡¡LOS DESMADROYERS!!!

Soy un hijo de la chingada. Eso que quede marcado en este texto con letras enormes. Una vez claro esto puedo empezar a contar una de esas historias que podrán leerse mientras se está cagando. Pasé toda mi infancia en un pueblo que nunca terminó por convertirse en una ciudad. Tuxtepec está ubicado al norte del estado de Oaxaca, ya muy cerca de Veracruz. Si uno pasa la infancia por allá lo más probable es que haya terminado desperdiciando el mejor momento de su vida apretándole el vientre a una trucha para ver el frenético chorro de semen que expulsa o pateando el marrano de algún vecino para sacarle la mierda a patadas. Y si uno cree que puede ir a pasear por la ribera del papaloápan cantando con sus amigos con un trigo en la boca en verdad está pendejo porque los campesinos terminarán quitándote hasta la comida que se te quedó entre los dientes, hasta el puñetas Tom Sawyer se hubiera muerto de hambre si hubiera intentado trasladar su bucólico estilo de vida a un jodido pueblo oaxaqueño. Gabba, Rolando, Llinás y yo éramos los desmadroyers, los culeros, tuvimos la desgracia de pasar casi toda nuestra esplendorosa infancia por allá, aburridos de pedalear una puta bicicleta en un lugarzucho con un puto radio de tres kilómetros, del pinche Nintendo, de medirnos el pito en el baño del colegio, de fumar, de ir al pinche golfito mamón en el único club deportivo del lugar: el club palapas, menudo nido de ratas. Aburridos de la pinche antena parabólica, de la alberca de Llinás, de las clases de inglés, estábamos hasta el pito de ser demasiado pequeños para coger por el culo pero demasiado grandes para casarnos en las quermeses. Aquello pudo terminar en tragedia, igual pudimos convertirnos en abogados o en contadores o en no sé que mierdas de habernos quedado allá ¿se imaginan portar una camisa Zaga en una oficina a 40 grados de temperatura? No, eso era para lo demás pero no para nosotros, para los que no tuvieron oportunidades, para aquellos a los que las groseras facciones de su jeta les obligo a inscribirse en la universidad, a ser alguien. Nosotros ya éramos alguien, éramos los desmadroyers y si vas y preguntas allá por nosotros te van a contar historias increíbles, sobre la hijoputez que sólo se obtiene con el ocio y el dinero. Me acuerdo mucho de Laura y de seguro que ella también se acuerda de nosotros, los desmadroyes. Seguro que cada que se acuerda desea vernos muertos y con lengua llena de hormigas. Nosotros íbamos en un colegio puñetero de monjas, el Colegio María Luisa, recuerdo bien el nombre y la jeta de María Luisa porque a nosotros nos enseñaron que era un monja que hacía el bien a sus semejantes, nos vendían reglas, gomas, sandwicheras y un montón de mamadas más con la jeta de María Luisa, que era más pinche fea que Carmen Salinas. Laura iba en el cole con nosotros, tan menudita ella, tan jodida, la única de todo el colegio que estaba becada, no pagaba un puto centavo de colegiatura, cuando íbamos al club a nadar ni siquiera la dejábamos meterse a la alberca, sería como una rata nadando por ahí. Un día nos regalo a todos unas invitaciones para su fiesta de cumpleaños, hechas a mano con unos plumines y un pedazo de papel estraza, yo a esa edad ni siquiera conocía el papel estraza, puso nuestros nombres en la invitación y el dibujo de una niñita sonriendo. Primero nos negamos a ir porque una vez Llinás me había dicho que en casa de Laura no había baño, me dijo que escuchó que se bañaban a cubetazos y hacían caca en un agujero lleno de cal, aquello me da tanta risa aún hoy en día. El día de la fiesta llegamos todos a casa de Laura, una casa como sin pintar en donde había un montón gallinas, nos instalamos, comimos pastel, tomamos refrescos y rompimos una pinche piñata. Después al Gabba y a mi nos dieron ganas de ir a mear, había olvidado lo que me había dicho Llinás sobre el baño, llegamos al baño y había una taza tan resplandeciente que sentí asco, todo perfectamente acomodado, muy limpio.

-Oye Gabba no mames, esto no puede ser, mira ese baño, es mejor que el de tu mamá- le dije mientras sonreía.

Gabba que era el más hijo de puta de todos nosotros dijo “¡¡nel, ni madres esto no se puede quedar así, vamos por la Llinás y Rolando!!”

Salimos por los demás y les contamos todo. Regresamos al baño y rodeamos la taza y tratamos de zafarla de la base hasta arrancarla de su lugar, todos estábamos cagándonos de risa imaginándonos la jeta de Laura al darse cuenta de que la única cosas que valía la pena en su casa había desaparecido. La risa duró poco porque justo al salir del baño cargando el cuerpo del delito nos encontramos a su papá que supongo que se disponía a ir a cagar, nos quedamos helados. El señor se fue directo hacía a mí, me tomo del cuello de la camisa y me comenzó a dar de cachetadas mientras gritaba: “¡¡tú, pinche escuincle mal criado ya me tienes hasta la madre, si sigues metiéndote con mi hija te voy a matar hijo de puta!!” Yo lloraba y lloraba como una mariquita y luego mirándole a los ojos le dije “Pendejo, tú no sabes en quien me voy a convertir cuándo sea grande”. Pronto iré a hacerle una visita a ese hijo de puta..
Este texto es para Gabriel Ramos.

3 comentarios:

Gabriel Ramos dijo...

Me ha conmovido profundamente el que Balmigui me haya dedicado semejante texto, aún siendo una de esas historias que uno lee cuando está en el baño, me ha parecido muy divertida. Sabía que un título como Los Desmadroyers tenía potencial y creo que aún terminado, lo sigue teniendo. En fin, muchas gracias mi panzópodo amigo...

Anónimo dijo...

jajajaja

Jorge Pedro dijo...

balmigui: comamos ya.