miércoles, marzo 17, 2004

1. 1-3RD OCTAVE ( gENZ VER. 1.0)


Cuando iba al colegio tenía un vecino al que llamaban Genz, nunca supe si ese era su nombre real o si solo le llamaban así, de hecho a la hora de escribir esto ni siquiera sé si esa es la manera correcta de escribirlo. Genz era un hombre alto y delgado, la piel de su cara parecía como la piel de un cerdo recién nacido, tenía esa piel rosa cubierta por ese ligero vello rubio que tienen los cerdos cuando nacen, tenía los ojos muy profundos y verdes y además me parecía que era muy reservado. Su casa, una casa enorme de tres pisos situada justo enfrente de la mía nos hacía sombra durante las tardes que Julián y yo salíamos a jugar canicas a la banqueta, siempre le veíamos llegar, estacionar su coche y sacar su portafolio negro para desaparecer en esa enorme casa. No era un secreto que Genz era extranjero, no era muy común que en Tuxtepec, Oaxaca, un sujeto se llamase así, Genz, tampoco era muy probable que con esos ojos tan verdes y el cabello tan rubio y delgado fuera descendiente de zapotecas y españoles como lo éramos la mayoría de la población de ese lugar. Aún así, con todo ese misterio que generaba en mi, a veces Genz iba a casa a jugar cartas con mi padre, yo les observaba a escondidas pero aquello resultaba aburrido porque él y papá apenas intercambiaban palabras, ni siquiera se miraban a los ojos, ambos miraban sus cartas y cuando sus bocas se abrían decían cosas que no alcanzaba a distinguir. Fumaban y bebían y papá ponía los viejos discos de sones Istmeños llenos de cracks. Casi nunca hablaban pero sabían que eran amigos o sino al menos, podían pasarla juntos. Así pasaban algunos domingos hasta que un día me acerqué a papá para preguntarle por Genz -es judío- me dijo - "ha llegado de España hace algunos años a vivir aquí, harto de que allá le llamen marrano" En aquel entonces yo pensaba que un "judío" era alguien que venía de otra región de la republica como Tabasco, si, eso debía ser, gente de Tabasco, luego pensé que era una tontería y que los judíos debían ser españoles con pésimos hábitos de higiene o algo así y al final terminé por olvidarle.

Cuando cumplí 10 años mi padre me obsequio un rifle de salvas, al principio pensé que era extraordinario pero después de un rato lo encontré aburrido, los tiros eran tan débiles que eran incapaces de hacer heridas a las naranjas que colgaban del naranjo de mamá, menos podrían matar a un animal pequeño. Un día Julián y yo nos turnamos el rifle para dispararnos en las piernas y aunque aquello dolía, podíamos resistirlo porque aparte de que no quedaba sino un pequeño enrojecimiento en la piel, aquello era mucho mas divertido para nosotros que jugar a las canicas. Papá decía que un hombre tenía que aprender a disparar bien desde muy joven, él aprendió a disparar a los 8 años y a los 16 ya era el mejor tirador de su pueblo, a los 23 años mató a un hombre por primera vez. Sucedió un día en que él y mi madre abordaban el tren hacia Juchitán y un hombre intento robarle a mi madre el dinero que guardaba en la nagua, mi madre al sentir las manos de este hombre buscando dinero entre su falda pegó un grito de auxilio, no había mucho que pensar, mi padre saco un revolver y le pegó un tiro a al sujeto entre ceja y ceja, como en aquel entonces las leyes y el humanismo valían mas o menos lo mismo que el coño de una culebra en Oaxaca, papá no tuvo problema alguno con la ley -fue en defensa propia- Bueno sí, eso, y que mi padre tenia buenos amigos.

Una tarde Julián y yo jugábamos con el rifle en la azotea, por enésima ocasión nos dimos cuenta que aquello era más aburrido que observar a una tortuga desovar, y ¿saben? Ahora que lo pienso en retrospectiva ¿los niños de esa edad no deberían intentar meterles el dedo a sus primas? Como sea; ese día nos había comido el tedio las entrañas y no encontrábamos ya más nada que hacer. De repente vimos a Genz llegar a su casa, tenía un semblante molesto, no se alcanzaba a escuchar lo que decía pero pudimos notar que estaba maldiciendo todo y justo antes de que girara el cerrojo de su puerta tomé una piedra muy pequeña y se la arrojé. Jamás imaginé que aquello iba a alcanzarle y menos que acertaría en su cabeza, pero así fue, Genz volteó inmediatamente, nos reconoció y balbuceó algo que no pude distinguir en lo absoluto, solo vi su famélica figura correr hacia la puerta de mi casa, con esa puta mirada que solo los perros suelen tener cuando están rabiosos. Así nos quedamos Julián y yo, muy quietos mientras abajo mi padre discutía con él, después de unos minutos los gritos eran más fuertes y después de un rato solo se escuchaba a mi padre gritar. Entonces nos asustamos, Julián se puso a llorar y yo, cuando estaba a punto de unirme a semejante mariconería me arme de valor y bajé las escaleras sosteniendo el rifle en una mano; Cuando llegué al patio vi a mi padre en el suelo cubriéndose la cara y a Genz golpeándole totalmente descontrolado. Yo me estaba cagando del miedo, pero de eso a permitir que un hijo de puta como Genz le pusiera la mano encima a mi padre, prefería tragarme el miedo y enfrentarle. Me paré detrás de él, Genz ¡ese hijo de puta! y le apunté justo en la cabeza, cuando él notó que estaba encañonado era demasiado tarde, tenía todas las de perder, fue cuando me miró temblando y sudando e intentó decir algo pero no dijo nada. Yo le miré también fijamente a los ojos mientras le apuntaba, después le dije -oiga Genz, es usted un marrano ¿porqué no se larga a Tabasco?