THE SUNBURNED HAND OF THE MAN.
RARE WOOD.
Spirit Of Or. 2004.
The Sunburned Hand Of The Man son la última vuelta de tuerca de esa constante renovación de la música subterránea proveniente de Norteamérica. Funcionan como un colectivo al que puede adherirse cualquier que lo desee, tienen pinta de hippies adictos a las drogas duras y sus presentaciones son happenings casi siempre salidos de control y de orbita: tocan tirados por el suelo, incendian cosas, usan algunos instrumentos de juguete e invitan a la gente del público a participar haciendo casi cualquier cosas que sepan hacer. Bien, sus conciertos terminan y nadie sabe a ciencia cierta si aún tienen la cabeza puesta en su lugar. “Rare Wood” es su última referencia discográfica y también la más extraordinaria que han publicado. Tiene la instrumentación más esquizofrenica, crispante y mejor cuajada del 2004, imaginen al desaparecido John Fahey improvisando con Captain Beefhart, Sun Ra y Faust en riguroso régimen cannabico y tendrán una idea más o menos aproximada del sonido enfermizo e incendiario de Rare Wood: Timbales, guitarras acústicas, mantras vocales, vibraciones sonoras, tornamesas, gritos e instrumentos de juguete que emulan sonidos de animales, todo amalgamado por el inigualable espíritu orgánico que genera la más pura y dura improvisación, pero siempre con un pie puesto en el nebuloso terreno de la psicodelia. T.S.H.O.T.M. son mucho más accesibles que, por ejemplo, The No Neck Blues Band, con quienes tienen más de un punto de encuentro, pero tienen la misma afiliación por el lado más árido y salvaje del Folk. Huyen de lo previsible y son de digestión lenta, pero una vez que te has tragado el anzuelo la satisfacción y el disfrute están garantizados, especialmente en este Rare Wood, compuesto de 5 cortes, en realidad 2 canciones, los primeros 4 cortes del disco son parte de un largo desarrollo que comienza con la improvisación y el primitivismo (“easy wind”), hace una escala en el folk espeso y el free jazz (“gyp hawkin” y “camel backwards”) y termina por estrellarse en un muro de psicodelia setentera a lo bruto (“glass boot”). El último corte construido de varias guitarras acústicas no es más que un homenaje al espíritu visionario John Fahey. En todo el disco se asoman los fantasmas de Albert Ayler, Don Van Vliet, Wildman Fisher y demás artistas que han construido su obra al borde de la cordura. Rare Wood también funciona como un catalogo un tanto desordenado de toda esa música que se ha ido disgregando de la psicodelia, el free jazz y el folk. Combina todo sin empacho ni excesos en un disco desbordante que invita a sacudirse de prejuicios y a sumergirse en los placeres culpables de la mal llamada música difícil, aquí por ejemplo, no hallarán un segundo de tedio. Así, grupos como Jackie-O Motherfucker, The Tower Recordings, NNCK, Sun City Girls o estos T.S.H.O.T.M. parecen no provenir de este mundo (¿Sun Ra lo era?). Abren un nuevo capitulo en la nueva música independiente por caminos poco transitados en esa llamada música de la Norteamérica profunda, por cierto, el asunto ya tiene nombre: free folk, esas dos palabras ya son la pista para pensar en una nueva cartografía de lo que algunos llaman equivocadamente música independiente.
RARE WOOD.
Spirit Of Or. 2004.
The Sunburned Hand Of The Man son la última vuelta de tuerca de esa constante renovación de la música subterránea proveniente de Norteamérica. Funcionan como un colectivo al que puede adherirse cualquier que lo desee, tienen pinta de hippies adictos a las drogas duras y sus presentaciones son happenings casi siempre salidos de control y de orbita: tocan tirados por el suelo, incendian cosas, usan algunos instrumentos de juguete e invitan a la gente del público a participar haciendo casi cualquier cosas que sepan hacer. Bien, sus conciertos terminan y nadie sabe a ciencia cierta si aún tienen la cabeza puesta en su lugar. “Rare Wood” es su última referencia discográfica y también la más extraordinaria que han publicado. Tiene la instrumentación más esquizofrenica, crispante y mejor cuajada del 2004, imaginen al desaparecido John Fahey improvisando con Captain Beefhart, Sun Ra y Faust en riguroso régimen cannabico y tendrán una idea más o menos aproximada del sonido enfermizo e incendiario de Rare Wood: Timbales, guitarras acústicas, mantras vocales, vibraciones sonoras, tornamesas, gritos e instrumentos de juguete que emulan sonidos de animales, todo amalgamado por el inigualable espíritu orgánico que genera la más pura y dura improvisación, pero siempre con un pie puesto en el nebuloso terreno de la psicodelia. T.S.H.O.T.M. son mucho más accesibles que, por ejemplo, The No Neck Blues Band, con quienes tienen más de un punto de encuentro, pero tienen la misma afiliación por el lado más árido y salvaje del Folk. Huyen de lo previsible y son de digestión lenta, pero una vez que te has tragado el anzuelo la satisfacción y el disfrute están garantizados, especialmente en este Rare Wood, compuesto de 5 cortes, en realidad 2 canciones, los primeros 4 cortes del disco son parte de un largo desarrollo que comienza con la improvisación y el primitivismo (“easy wind”), hace una escala en el folk espeso y el free jazz (“gyp hawkin” y “camel backwards”) y termina por estrellarse en un muro de psicodelia setentera a lo bruto (“glass boot”). El último corte construido de varias guitarras acústicas no es más que un homenaje al espíritu visionario John Fahey. En todo el disco se asoman los fantasmas de Albert Ayler, Don Van Vliet, Wildman Fisher y demás artistas que han construido su obra al borde de la cordura. Rare Wood también funciona como un catalogo un tanto desordenado de toda esa música que se ha ido disgregando de la psicodelia, el free jazz y el folk. Combina todo sin empacho ni excesos en un disco desbordante que invita a sacudirse de prejuicios y a sumergirse en los placeres culpables de la mal llamada música difícil, aquí por ejemplo, no hallarán un segundo de tedio. Así, grupos como Jackie-O Motherfucker, The Tower Recordings, NNCK, Sun City Girls o estos T.S.H.O.T.M. parecen no provenir de este mundo (¿Sun Ra lo era?). Abren un nuevo capitulo en la nueva música independiente por caminos poco transitados en esa llamada música de la Norteamérica profunda, por cierto, el asunto ya tiene nombre: free folk, esas dos palabras ya son la pista para pensar en una nueva cartografía de lo que algunos llaman equivocadamente música independiente.
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